lunes, 6 de diciembre de 2010

Primeras pataditas.

A veces recuerdo momentos, sensaciones, pensamientos; y sonrío. Tal vez una parte de nuestra felicidad se deba a estos pequeños recuerdos. Quizá para quien estos recuerdos son bonitos y despiertan alegría, sí, pero… para quien no son tan bonitos, ¿son sólo una parte de su tristeza?

Pongamos por caso un niño que durante su infancia lo único que reciba de su entorno más cercano sean las palizas que su padre, alcohólico, da a su madre, rodeado de llantos y gritos. Este niño aprenderá que esto es lo “normal”, lo que pasa en todas partes, lo que él deberá hacer. Lo marcará para siempre. Puede que cuando empiece a pensar por sí mismo, se dé cuenta de que lo que vivió en sus primeros años de vida, el maltrato hacia su madre, no es algo correcto; o tal vez no. Esta persona ya habrá adquirido una idea acerca de eso, ya no es fácil que cambie.

Pero no hay que irse tan lejos, un mínimo problema en el embarazo o en el nacimiento y ¡zas!, te puede destrozar la vida. Y por eso, la pregunta que me planteo es: ¿cómo los recuerdos tan lejanos o algo de lo que ni siquiera nos acordamos puede cambiarnos tan radicalmente la vida?


1 comentario:

  1. Lo de "Rebecuchi" me produce un cierto estremecimiento, pero cada uno elige el nombre que quiere...
    Aquí planteas cosas muy hondas. Aunque suene a tópico, está claro que lo que nos ocurre en nuestra infancia es realmente determinante para la vida de cada cual. Esto, aparte de otras cosas, pone de manifiesto lo dependientes que somos unos de otros, máxime cuando no tenemos ningún recurso, ninguna opinión, ningún punto de vista...
    Si te fijas, la mayor parte de las relaciones que los adultos mantenemos con los niños implican una especie de siniestro intercambio: si haces tal cosa, mamá estará muy contenta y te querrá; si haces tal otra, mamá va a estar disgustada... Con estos sencillos mensajes vamos aprendiendo a valorar nuestros actos, nuestras emociones, nuestras expresiones...y asumimos sin más lo que recibimos del exterior.
    Hay quien piensa que nuestra personalidad es el resultado de las estrategias y procedimientos que ponemos en juego a lo largo de nuestra infancia para conseguir que nos quieran. Esto supone una gran responsabilidad para los adultos en su trato con los niños, y también en su trato consigo mismos. Siendo adultos, tenemos herramientas y posibilidades de darnos cuenta de cosas de las que no hemos sido conscientes en nuestra infancia.
    Por lo que se refiere a los recuerdos...hablaremos en otro momento.

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